Por: Jorge Miguel Vázquez Márquez
La educación de un país en cualquiera de sus niveles representa, sin duda, una de sus instituciones cruciales, no tan sólo por las características que ésta reviste en términos de la cobertura, planes, programas y formación de profesionales, sino fundamentalmente por los efectos que ella tiene, tanto en el ámbito de las personas envueltas en el proceso, como en el sistema social general. Teniendo presente que la educación llega a todos, ya sea por medios informales o por el paso transitorio o terminal en el sistema formal, se transforma en un instrumento eficaz para el logro de propósitos variados.
Introducción
La educación del siglo XXI se dispone en el intento de formar las actitudes, valores y conocimientos de los estudiantes, quiénes en su condición de futuros ciudadanos, de un mundo cada vez más complejo, riesgoso, vertiginoso y globalizado, exigen una adecuación de la escuela tradicional, crea nuevas demandas y exigencias del paradigma de la practica pedagógica.
La Educación se perfila como una actividad compleja, implicada en múltiples escenarios antes poco conocidos, cargada de preguntas con respuestas diversas, la mayoría de ellas inciertas, que deben apuntar en la senda de la construcción de un modelo humano y social nuevo, que reconsidere los valores y virtudes que el curriculum exige. Refiriéndose a los cambios actuales que afectan a la educación, Chouliaraki y Fairclough (1999) afirman que “las ideologías gerenciales en educación son construcciones discursivas que se basan en discursos provenientes de otras prácticas que están estrechamente vinculadas con las prácticas actuales en educación específicamente, de prácticas económicas.”
Es necesario establecer el debate en torno a esta idea, desde los argumentos que nos ofrecen las nuevas teorías y autores que señalan las necesidades humanas fundamentales, desde la perspectiva de las herramientas, límites del crecimiento humano, y desde el señalamiento de algunos de esos nuevos escenarios educativos.
Desarrollo
En cuanto al concepto de educación, es quizá el punto de encuentro más visible e importante entre los autores abordados. Buenfil Burgos (2002) plantea a la educación vista desde el sentido común, cotidiano, como vinculada históricamente a la escuela, a la institución escolar, y al educador con el “conocimiento” para “entregarle” al sujeto que
carece de estos saberes. La autora señala: “la escuela es una institución dominante por el reconocimiento social que detenta”. Así como Paulo Freire hace referencia a la “educación bancaria” como lo que debe ser replanteado, aquella que ve al educador como “depositario”, donde el docente piensa que debe disciplinar la entrada del mundo en la conciencia de sus educandos.
Burgos considera la articulación de discurso y educación, se ha trabajado desde diversas perspectivas disciplinarias: sociología, psicología, comunicología, antropología, lingüística, etc.; así mismo considera la necesidad de revisar la concepción unilateral, estática y avanzar hacia una concepción en la que los referentes ni están prefijados por criterios que se basan en determinaciones ajenos a la educación educativa, ni sean invariables, sino que asuman como referentes que se constituyen en la propia práctica educativa.
En el discurso cotidiano, valores económicos como competencia, eficiencia y satisfacción del consumidor han reemplazado valores democráticos como equidad, ciudadanía y solidaridad.
Obtener “capital humano” es la meta más importante del “nuevo” pensamiento educacional. En esta perspectiva economicista, todos los que no son considerados capaces de un alto rendimiento sólo tienen que aprender lo “básico”.
A través del análisis de la propuesta sobre la educación y la comunicación planteada por Rosa Nidia Buenfil Burgos y Paulo Freire pueden visualizarse comparaciones que enriquecen el estudio.
Como punto de partida es importante tomar la conceptualización que toma Buenfil Burgos (2002) sobre el discurso, este es tomado como “significación inherente a toda organización social”, en este sentido aclara que “las prácticas educativas en tanto que practicas sociales, son también discursivas”. El discurso, tomado de este modo, es el terreno de constitución de los sujetos donde se proponen modelos de identificación. Este punto es retomado por Paulo Freire, quien explica que los hombres en tanto seres transformadores y creadores, en sus relaciones con la realidad producen los bienes materiales, las cosas sensibles, los objetos y también las instituciones sociales, las ideas, sus concepciones.
Buenfil Burgos plantea el discurso dentro de las prácticas sociales y educativas con la posibilidad de transformar, Freire en relación a esto dice que la transformación es posible a través de la expresión, de la acción y reflexión presente en la praxis. La autora ve en las relaciones fuera de las instituciones educativas la posibilidad de formación de los sujetos a través de las interpelaciones. Estas son discursos que pueden producir una transformación en la práctica, una reafirmación, se relaciona con lo que dice Bordieu denominó el habitus, ya que, notados los discursos solicitados, sino que tiene que ver con un sentido, con una representación interna, una identificación y reconocimiento subjetivo que hace que ese discurso sobre campos identificación.
Nuestro interés puede orientarse a otro tipo de estudio, como es el de la sociología de la pedagogía inscrito en lo que se ha denominado Teoría de la Transmisión Cultural. Esta posición avalada por Bernstein, no se aparta del estudio de la cultura ya que ella “la pedagogía”, según el autor es, en última instancia el medio fundamental para la producción, reproducción y transformación de la cultura.
A diferencia de los análisis de la pedagogía que privilegian los aspectos metodológicos, técnicos y fundamentalmente psicológicos, la propuesta de Bernstein de una sociología de la pedagogía es de extrema importancia, en tanto que permite conectar los cambios en la cultura y en la sociedad con la reproducción de los límites discursivos y no discursivos en las relaciones sociales y con las diferentes expresiones de la diferencia que dichos límites comportan.
Desde este punto de vista, Bernstein asume estos retos al construir una teoría de la pedagogía, o mejor, una teoría del discurso pedagógico que permite comprender los complejos problemas de la comunicación, la intersubjetividad y la identidad.
Dado que el uso del lenguaje y del discurso es “una de las prácticas sociales más importantes condicionadas por ideologías” van Dijk (2003), que a su vez influye en su difusión, cambio y/o reproducción, el análisis crítico del discurso (ACD) resulta un aporte relevante ya que integra al campo educativo herramientas de análisis que permiten profundizar los conocimientos y enriquecerlos con conceptos provenientes de otros campos y disciplinas que amplían la comprensión de los fenómenos.
Por otra parte, Ninnes afirma que el análisis crítico del discurso ofrece un conjunto de herramientas conceptuales y metodológicas que pueden iluminar temas como los contextos de la educación, políticas educacionales, el movimiento de ideas educacionales dentro y a través de las fronteras nacionales, y algunas de las preocupaciones políticas de los educadores tales como justicia social y emancipación. el conjunto de estrategias para analizar la producción discursiva en el sentido propuesto por el análisis conceptual del discurso, deja entrever la posibilidad de descubrir nuevas aristas y establecer relaciones originales para entender desde otras perspectivas algunos de los problemas actuales de la educación.
Conclusión
Retomando los puntos anteriores de mostrar las posibilidades de aplicación del análisis crítico del discurso a las políticas educativas a fin de construir agendas educativas globales que naturalizan relaciones de poder injustas.
Se puede constatar similitudes y diferencias entre los elementos constitutivos seleccionados, agrupados bajo un marco amplio de análisis crítico de discurso que apunta a develar la ideología y las relaciones de poder que entrañan las construcciones discursivas neoliberales/neoconservadoras, llegando a transformarse en sentido común colectivo.
Un punto a consideración alude al carácter relacional de la educación, con lo cual se rechaza toda noción positiva de la educación y se pone de relieve la imposibilidad de establecer una definición de educación al margen de un discurso, es decir, al margen de las relaciones entre lo educativo y otros componentes del discurso de que se trate.
Así mismo, cabe señalar el carácter abierto de la educación, es decir a la imposibilidad de indicar, de manera exhaustiva, la totalidad de características, elementos y prácticas que podrían definir lo específico de la educación. Otro elemento a tener en cuenta es el carácter precario de la educación, en el sentido de que no puede alcanzar una estabilidad final, susceptible a sus elementos propios del discurso educativo.
Estos aspectos nos conducen a mirar la práctica pedagógica como un lenguaje, como un sistema de reglas que regulan diferentes formas de realización de práctica. Centrarse en la reflexión de este aspecto permite a los maestros comprender que su práctica pedagógica no es espontánea, sino que está regulada por reglas que ellos realizan de manera activa e inconsciente.