
¿Se juega en la UAZ más que un simple cargo? ¿Es este pulso electoral un termómetro de nuestra identidad universitaria o sólo otro trámite administrativo?
En pocas semanas, la Universidad Autónoma de Zacatecas UAZ vivirá su contienda más ambiciosa: Más de 700 espacios —entre rectoría, coordinaciones y órganos desconcentrados— pasarán por el tamiz de las urnas. Pero la verdadera atención se centra en la disputa por la Rectoría, con dos visiones que se yerguen como polos opuestos.
Por un lado, Ángel Román Gutiérrez encarna la continuidad. Su candidatura es una prolongación del proyecto de Rubén Ibarra Reyes, orientado hacia la consolidación de estructuras y procedimientos que, hasta ahora, han garantizado la estabilidad administrativa. Para sus seguidores, esa ruta garantiza orden y certidumbre; para sus detractores, puede ser el blindaje de viejos hábitos y la perpetuación de un modelo que olvidó su raíz crítica.
Frente a él, Jenny González Arenas trae en su mochila la voz de la movilización. Exsecretaria general del SPAUAZ y figura prominente en la reciente huelga, ha logrado articular el descontento de amplios sectores del cuerpo académico. Su bandera apunta a rescatar el carisma social e histórico de la universidad, reivindicar su papel como faro de pensamiento crítico y agente de cambio en Zacatecas.
“Hay dos proyectos: uno aferrado al engranaje burocrático y otro que reclama la esencia latente de la UAZ”. En los pasillos de la máxima casa de estudios no sólo describen candidatos: describen dilemas, tensiones y, sobre todo, el rostro de una institución que se debate entre su presente administrativo y su vocación liberadora.
La dimensión de esta elección no es menor. Con 810 aspirantes registrados para ocupar cargos diversos y más de 40 000 actores convocados —2 910 docentes, 1 646 administrativos y 36 017 alumnos—, la UAZ simulará una elección ciudadana. Se enviarán cientos de papeletas, formatos y casillas distintas, cada una testigo de una porción de la comunidad universitaria. La Comisión Electoral promete validar todos los registros el 25 de abril; al día siguiente, arrancarán las campañas.
Este escenario, casi monumental, debería servir para repensar el rumbo de la universidad: ¿pretendemos una casa de estudios anclada en la rutina institucional o una universidad que recupere su vigor crítico y social? La respuesta no caerá del cielo ni vendrá empaquetada; deberá construirse en cada diálogo, en cada debate y, por supuesto, en cada voto.
Si algo nos enseña este proceso es que cada cargo renovado es una oportunidad: para desterrar inercias, para refrendar convicciones y para reclamar el espacio público que legítimamente nos pertenece. La UAZ está en juego más allá de nombres y siglas; cobija la esperanza de generaciones que buscan, en su campus, la llave para transformar la realidad.
Llegado el día, habrá que recordar que no sólo elegimos a quién dirige los destinos académicos; elegimos una narrativa para nuestra comunidad. Que cada urna sea un manifiesto de autenticidad y valentía.