Por Gabriel Quadri
No es “contra natura” una alianza entre la democracia cristiana y la social democracia. Alemania lo muestra como algo exitoso y que garantiza no sólo gobernabilidad sino también proyecto nacional. Angela Merkel preside sobre esa conjunción desde hace diez años. Entonces, PAN y PRD tienen la oportunidad de ofrecer a México una alternativa pragmática pero creativa, y también, potencialmente ganadora. Para el PRD es una carta de supervivencia, y también de relevancia política a futuro, como un partido socialdemócrata que contraste con el caudillismo provinciano, autoritario y populista que ha impuesto en la izquierda mexicana el dueño de Morena. Para México, la alianza PAN-PRD sería un proyecto político de refrescante salud en el espectro de sus instituciones partidarias. Es decir, nuestro país está ávido de una alternativa de izquierda moderna, que busque cambios institucionales, y no la entronización de un Mesías. La historia universal en general, y la historia latinoamericana en particular nos ofrecen innumerables ejemplos del potencial catastrófico de una salida populista y demagógica a la (reconocida) baja credibilidad del sistema de partidos.
Dependerá, esencialmente, de la lucidez de la dirigencia perredista el que esa formación política sea capaz de asumir el reto y la oportunidad de manera racional y pragmática, en alianza con el PAN.
El PAN, por su parte, necesita revisar su plataforma y sus convicciones ideológicas, más allá de una derecha que en ocasiones se muestra reaccionaria y cerril. Aliarse con el PRD significará la posibilidad de universalizarse y ponerse al día en cuanto a las demandas de una sociedad cada vez más liberal en lo social. Y más aún, el PAN en alianza con una izquierda contemporánea que posiblemente pueda ser representada por un renovado PRD, tendría la opción concreta de volver a ser gobierno.
Siendo así, el anuncio de Ricardo Anaya y Alejandra Barrales de formar un frente opositor para el 2018 es algo promisorio, no sólo para ellos y sus partidos, sino para México. Ciertamente ha causado escozores y controversias al interior de sus instituciones políticas, en lo fundamental, dentro de grupos y facciones conservadoras de izquierda y derecha. Algunos dentro del PAN y PRD aplauden la propuesta mientras que otros la rechazan completamente. El PRD se puede desgajar aún más, con una estampida de feligreses en busca de su mesías, de militantes que no han asumido la mayoría de edad y buscan compulsivamente un padre todopoderoso, aunque sea un peligroso demagogo. El PAN también puede sufrir tensiones y fracturas, de parte de aspirantes presidenciales que sean desplazados por la lógica de una posible alianza.
En todo caso, la alianza PAN – PRD puede ser viable y rendir frutos si se da a escala presidencial y a escala del Jefe de Gobierno de la CDMX. Un panista como candidato a la presidencia, y un perredista como candidato a Jefe de Gobierno de la CDMX pueden ofrecer el equilibrio necesario para una alianza viable. México los observa y espera de ellos madurez y racionalidad, y fuerza para evitar que el populismo y la demagogia, el rencor y el resentimiento lleguen al poder en nuestro país. Alemania muestra el camino.
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