
Por El Druida | Opinión
“Desde la bruma del poder, El Druida revela lo que otros callan“
Apenas 24 horas después de que el Honorable Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Zacatecas aprobara la convocatoria para renovar la Rectoría, el Campus Siglo XXI amaneció sitiado. Estudiantes y personal de la Escuela de Medicina Humana tomaron las instalaciones en protesta por la permanencia de un docente señalado por presuntos malos tratos y actitudes impropias. La coincidencia en el calendario no es casualidad: es cálculo.
La protesta —aparentemente legítima— esconde, según voces al interior de la UAZ y en redes sociales, una operación política operada desde la sombra por el Dr. Armando Flores de la Torre, actual coordinador del Área de Ciencias de la Salud. El mismo que días antes declinó públicamente su aspiración a la rectoría, pero que en privado, según testimonios, sigue operando con el bisturí del chantaje y el fonendoscopio del interés propio.
¿Acaso renunció a la candidatura, pero no al poder? En la UAZ muchos ya no se tragan la píldora.
Flores de la Torre ha sido señalado como el verdadero cerebro detrás de las más recientes movilizaciones que han paralizado al campus. Tiene el historial, tiene la estructura, y tiene el cinismo de seguir operando como si nada. Hoy, desde su posición de coordinador, tensa las cuerdas de un conflicto disfrazado de justicia estudiantil, cuando en realidad parece estar negociando su permanencia dentro del próximo gabinete rectoral.
“El que no controla desde el rectorado, busca controlar desde la trinchera académica”, dicen en los pasillos de la Universidad.
Porque mientras se exige la destitución de un profesor, no se alza una sola voz desde la Coordinación para calmar las aguas o, al menos, para reconocer los excesos. Al contrario, el silencio de Armando Flores retumba más fuerte que cualquier grito de protesta: es el silencio de quien juega ajedrez con las piezas del conflicto.
El pliego petitorio es claro, pero lo es aún más la intención de fondo. Se busca mantener cuotas de poder, posiciones estratégicas, y asegurar espacios administrativos. La toma del campus, más que un acto de rebeldía juvenil, parece una escena ensayada al servicio de un guion político.
La comunidad universitaria exige respuestas, no maniobras. No se puede construir una nueva rectoría sobre los escombros de una universidad tomada, menos aún cuando la protesta se convierte en moneda de cambio para el que no quiere soltar el tubo de ensayo del poder.
“Algunos no buscan dirigir la universidad, solo mantener la mano en el timón sin dar la cara en la tormenta.”