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EL DRUIDA | Desde la bruma del poder, El Druida revela lo que otros callan.
El machismo en el poder: cuando el patriarcado vota por ti
La desafortunada declaración del alcalde de la capital de Zacatecas, Miguel Varela Pinedo, de haber “ordenado” a su esposa, la diputada local Karla Estrada García, que “aunque sea la única, vote en contra del presupuesto del Gobernador David Monreal Ávila”, no solo es una muestra de prepotencia política, sino una ventana abierta al alma misógina y autoritaria de quien no distingue entre el hogar y el poder público.
Esa frase —tan breve como reveladora— exhibe un patriarcado institucionalizado, una forma arcaica de dominación donde el hombre cree tener derecho a decidir por la mujer, incluso cuando ella ejerce un cargo público de representación popular. En la voz del alcalde no solo habla el político opositor; habla también el esposo que confunde el amor con la subordinación, la pareja con la propiedad y la política con su patio particular.
Entre el nepotismo y la presión doméstica
No es secreto que Miguel Varela y Karla Estrada conforman una dupla política que se sostiene en el cálculo más que en la convicción. Sin embargo, al declarar que le ordenó votar en contra, el edil despoja a su esposa de autonomía, la reduce a una extensión de su voluntad y coloca al nepotismo como la brújula de su toma de decisiones.
Esta dinámica de poder doméstico trasladada al espacio público no solo vulnera la dignidad de una mujer, sino que también atenta contra los principios democráticos. Un voto legislativo influido por la imposición marital no es un acto de representación ciudadana, sino una forma de control machista disfrazada de disciplina política.
Zacatecas no necesita familias políticas que operen desde el comedor o la recámara; necesita liderazgos con ética, respeto y perspectiva de género. La ciudadanía no eligió matrimonios en bloque ni votos tutelados por el patriarcado, sino representantes con criterio propio y compromiso con el pueblo.
Misoginia en el discurso, violencia en la práctica
Cuando un alcalde presume públicamente que “ordena” a su esposa cómo votar, normaliza la violencia simbólica y perpetúa la idea de que la mujer no tiene derecho a disentir. Ese lenguaje autoritario es el germen de todas las formas de violencia de género: la verbal, la psicológica, la institucional.
El mensaje que envía Miguel Varela no solo ofende a Karla Estrada; ofende a todas las mujeres zacatecanas que luchan por espacios de decisión y autonomía en un entorno político históricamente masculinizado. Su declaración coloca un obstáculo más a quienes intentan construir una política con igualdad y respeto.
La misoginia como estrategia contra la política social
El trasfondo político no es menor. La orden “doméstica” de votar contra el presupuesto propuesto por el Gobernador David Monreal Ávila refleja un intento de boicot político revestido de poder conyugal. La misoginia aquí no solo somete a la mujer; también se convierte en un instrumento de confrontación que desprecia las políticas sociales orientadas al bienestar, la equidad y la reconstrucción de la paz.
Mientras el gobierno estatal trabaja por modernizar carreteras, dignificar escuelas y fortalecer programas sociales, el alcalde capitalino convierte la misoginia en discurso político, y la manipulación emocional en método de oposición.
Reflexión final
El problema no es solo lo que dijo Miguel Varela; el problema es lo que representa: una clase política que aún cree que la autoridad se impone, que la mujer obedece, y que el poder es un feudo familiar.
Si la diputada Karla Estrada vota en contra por convicción, será respetable. Pero si lo hace por obediencia marital, será un retroceso no solo para ella, sino para todas las mujeres que han luchado por decidir —y pensar— por sí mismas.
En el siglo XXI, las mujeres no necesitan que nadie les diga cómo votar. Y mucho menos, cómo vivir.
