Por: José de Jesús Reveles Márquez
Inicio esta participación mencionando lo que dice Manuel Castells, al expresar que “en las últimas décadas, se han vivido acontecimientos que han transformado la sociedad, acontecimientos íntimamente relacionados entre los cuales está la tecnología de la información que ha obligado a la reestructuración de la base material de la sociedad”.
Es así que en la presente colaboración pretende invitar a la reflexión y el análisis de uno de los grandes temas que hoy en día requieren un debate entre todos los interesados en el tema de la articulación positiva del Humanismo y la Tecnología.
Siguiendo las ideas de Castells la tecnología de la información crea una nueva manera de producir, de comunicar, de gestionar y de vivir y explica la creación de instrumentos personales, la interactividad y la interconexión aunque, en sus comienzos, no se tenía la intención comercial.
Hoy la tecnología de la información permite entrar al complejo mundo de la economía, de la sociedad, del Estado y de la nueva cultura que está en formación.
Vivimos en una sociedad tecnológica. Los jóvenes actuales se mueven a la perfección en Internet y las redes sociales; demuestran grandes habilidades en los videojuegos; emplean programas como procesadores de texto, hojas de cálculo, presentación de diapositivas; están conectados a través de computadoras o dispositivos móviles (smartphones o tablets), con los cuales escuchan música, chatean, se comunican, toman fotografías, graban videos o archivos de audio.
Estos jóvenes nacieron con la tecnología y su aprendizaje les resulta algo natural porque forma parte de sus vidas. Es lo que Marc Prensky definió como “nativos digitales” y que en la actualidad estos jóvenes realizan todas y cada una de sus actividades con presencia de tecnologías; no conceptualizan el mundo y su actividad social sin el uso de herramientas tecnológicas.
Por tanto, las sociedades actuales no son las mismas que las del siglo XIX o las de principios y mediados del siglo XX. El mundo se ha transformado en su económica, en su sociedad y cultura. La revolución tecnológica surgida a partir de las Tecnologías de la Información y Comunicación han establecido los fundamentos de una nueva economía y sociedad llamada Sociedad del Conocimiento.
Hoy en día los sistemas educativos en el mundo se han forjado bajo la Revolución Industrial y, por lo tanto, tras la sombra de un modelo basado en la reproducción masiva. En las primeras escuelas los profesores poseían unos conocimientos que transmitían o dictaban a los alumnos, quienes los memorizaban y luego repetían en un examen.
Por ejemplo, en el siglo XIX cuando comenzaron a regularse los sistemas nacionales educativos; Cassadevall (2005) menciono que la educación estaba centrada en “un proceso estandarizado y lineal en el que se enseñaban aquellas materias que se consideraban útiles para la recién nacida economía industrial”.
Un dato fundamental para entender la transformación de las sociedades actuales, está en comprender que los avances tecnológicos producidos a partir de la segunda mitad del siglo XX han permitido profundizar en campos científicos hasta el momento limitados, como el de la neurociencia.
Es preciso mencionar que desde hace décadas contamos con abundante información, procedentes de diversas investigaciones y estudios científicos, sobre los procesos de aprendizaje y el funcionamiento del cerebro que ha permitido conocer cuáles son los mecanismos naturales del aprendizaje, como la experimentación, la reflexión, la importancia de las emociones y la motivación y, sobre todo, que aprendemos haciendo, no memorizando, y no todos aprendemos de la misma manera.
Es aquí que una de las grandes reflexiones estarían orientadas a buscar ese perfil de los futuros profesionistas, y para ello en la educación superior se debe jugar un papel esencial en la promoción de la cohesión social, en la reducción de las desigualdades y en la elevación del nivel del conocimiento, destrezas y competencias en el seno de la sociedad.
Las políticas de educación superior deberían enfocarse a maximizar el potencial de las personas en cuanto a su desarrollo personal y su contribución a una sociedad sostenible, democrática y basada en el conocimiento
El aprendizaje para toda la vida es un elemento esencial para la educación en la actualidad y en la que las estrategias del aprendizaje de toda la vida son necesarias para encarar los desafíos de la competitividad y el uso de nuevas tecnologías y para mejorar la cohesión social, la igualdad de oportunidades y la calidad de vida.
Para lograr lo anterior, desde 1994, la Comisión Internacional sobre Educación para el siglo XXI, presidida por Jacques Delors, presentó para la UNESCO el informe La educación encierra un tesoro, en el cual participaron especialistas de todo el mundo.
En él se presentaron los cuatro pilares de la educación, donde queda reflejada la necesidad de trabajar en valores y competencias para conseguir un aprendizaje a lo largo de la vida. Estos cuatro pilares son: aprender a aprender; aprender a hacer; aprender a convivir; aprender a ser.
En conclusión, la sociedad del conocimiento, nacida a partir de la revolución tecnológica, requiere un modelo educativo que incluya y desarrolle nuevas competencias, habilidades y destrezas.
Entre ellas podemos mencionar: la empatía, habilidades sociales, la resolución de problemas, la transferencia del conocimiento, la innovación y el trabajo colaborativo. También las destrezas técnicas en el uso de las TIC, pero sin olvidarnos de la importancia de las destrezas analíticas y del pensamiento divergente, que es la capacidad de ver muchas posibles respuestas a una pregunta, muchas formas de interpretarla. Es decir, desarrollar las capacidades que nos permitan movernos entre fronteras sociales, culturales e ideológicas
Aquí es donde toma importancia el estudio del Humanismo en todas sus dimensiones. En definitiva, lo que se busca es la comprensión y explicación del mundo y del ser en el mundo. Como humanistas, al estudiar el pasado nos podemos dar cuenta que no sólo han cambiado las formas de producción y comunicación.
Los avances científicos y tecnológicos también han propiciado un cambio en la concepción que tenemos sobre nosotros mismos como seres humanos en el mundo. Uno de esos ejemplos de este cambio del que se habla, fueron los descubrimientos y teorías de Galileo y Copérnico, que suponían que el hombre dejaba de ser el centro del universo, lo cual supuso un terremoto ideológico.
Si analizamos el Humanismos renacentista descubriremos que uno de los factores clave para su difusión y alcance fue otro avance tecnológico: la invención de la imprenta que permitió el acceso a las ideas y su distribución. La gente podía leerlas por sí misma, sin depender de una minoría culta del clero, y ello generó también nuevas posibilidades intelectuales y grandes cambios cualitativos.
Como seres humanos que formamos parte de una sociedad, debemos asumir nuestras responsabilidades éticas, que son inseparables del uso que hacemos de la tecnología. Esta conciencia ético-política-histórica-social no puede separarse de los avances científicos y tecnológicos, de los cuales somos sus autores materiales e ideológicos
Estimado lector, podemos finalizar nuestras reflexiones con una seria aseveración: hacen falta profesores, buenos profesores, formadores de mente y espíritu, forjadores de hombres… De ellos depende nuestro futuro y el de nuestros descendientes. Mucha es su responsabilidad, no podemos dejarla a un lado. so}to
El Humanismo Tecnológico no debe ser el pretexto de la enseñanza de los clásicos, sino la confrontación del educando consigo mismo y su entorno, teniendo presente el gran potencial de transformación de los principios y valores del actual siglo XXI
Agradezco de antemano la atención prestada al presente. Nos leemos la próxima y espero que haya sido de su agrado; no sin antes decirles que ¡VIVA LA VIDA!
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