Por Manuel López San Martín
Alfredo Castillo debe irse de la Conade y no solo porque demostró no saber de deporte y abrió frentes donde no los había, o porque estuvo lejos de los atletas pero cargó hasta con el perico a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Debe irse porque el deporte, como cualquier otra disciplina, y no hay que ser genio para saberlo, debe estar en manos de conocedores en la materia. Eso pasa en cualquier país que ocupe un lugar digno en el medallero y no la posición 61, como México.
Antes de llegar al cargo, Castillo nunca había lidiado con las federaciones. Y aún en el cargo, nunca supo lo que era estar cerca de los deportistas, y ni se diga conocer la realidad de un atleta que debe elegir entre entrenar o estudiar, entre prepararse o buscar un empleo para mantener a una familia. Pero no habrá que ser tan duros con quien solo fue un improvisado, sino pedir una explicación también a quienes lo han convertido en el milusos del actual sexenio, haciéndolo brincar de un cargo a otro con más pena que gloria. La responsabilidad, pues, es compartida, y pasa por el presidente Peña Nieto y el secretario de Educación Aurelio Nuño, que también acumula frentes abiertos.
Lo de Castillo fue una mala decisión de principio a fin. Su actuación también. Al final la delegación mexicana salvó el decoro consiguiendo cinco medallas –cuatro de ellas, cuando el titular de Conade, con todo y comitiva, ya había abandonado Río de Janeiro-, pero eso no puede opacar la crisis del deporte mexicano que, si bien no es nueva, se agravó con Castillo.
Hace mucho que el deporte no es prioridad para los tomadores de decisión. Los políticos le destinan pocos recursos al apoyo de atletas y la política deportiva como país es inexistente. Eso no se resolverá de la noche a la mañana, pero sí puede acelerarse si se coloca a alguien con vocación y conocimiento al frente. Castillo no solo no lo es, sino que su capacidad de diálogo con las Federaciones, es nula y su margen de ejecución es limitado por los enfrentamientos que ha tenido con cada una de ellas.
¿Cómo mantener en el cargo a quien redujo en 70% el presupuesto a las 29 federaciones deportivas?
De 2015, año en que arribó a la Conade, a junio pasado, el presupuesto destinado a las federaciones pasó de 171 millones de pesos a sólo 51 millones. A un mes de la inauguración de los Juegos Olímpicos, por ejemplo, no le había dado un solo peso a federaciones como la de Tenis, Ciclismo, Tiro con Arco, Golf, Levantamiento de Pesas y Atletismo.
A otras, las castigó sobremanera. A la de Triatlón, por ejemplo, le bajó el presupuesto de ocho millones de pesos a sólo un millón; la de Tiro y Caza, de cuatro millones a 737 mil pesos; la de Judo, de 17 millones de pesos a solo 737 mil pesos. Y así podríamos seguirgle. Para no ir más lejos: durante 2012, en Londres 2012, se destinaron 120 millones 389 mil 690 pesos para las federaciones; este año no fue ni la mitad.
Y no seré yo quien defienda a las federaciones. El cambio en el deporte mexicano pasa también por terminar con las mafias que las controlan y los longevos líderes que las mantienen secuestradas, pero se necesita alguien que sepa darle rumbo desde la cabeza del órgano deportivo nacional y no otro Alfredo Castillo, cuyo único récord es la acumulación de puestos en el actual sexenio.
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