Por Mario Campos | Opinión
Pocas cosas son más populares que la austeridad gubernamental. El problema es cuando detrás de lo que suena como una buena noticia hay un efecto negativo en contra de la democracia.
Pienso, por ejemplo, en el anuncio del virtual presidente electo de centralizar todas las tareas de comunicación social en la oficina de la Presidencia bajo el argumento de recorte al gasto. La medida suena bien, salvo por el riesgo que implica al concentrar el acceso de los periodistas a la información a una macro ventanilla que decida – con quién sabe qué criterios – a quién se atiende y a quién no. Esa acción, que para el gran público suena inocua, puede ser una trampa que limite el acceso a la información.
Lo mismo puede ocurrir con la publicidad oficial. Qué bueno que se reduzca, pero si ese ajuste no va acompañado de una política clara para su uso, entonces solo aumenta el poder de premiar y castigar según el gusto de la autoridad.
En el mismo sentido, un recorte del 50 por ciento a los partidos políticos como ha anunciado Morena, es bienvenido casi por cualquiera. Sin embargo, eso puede ir en contra del sistema de competencia, al dejar a los partidos que no son gobierno en una franca condición de desventaja ante un actor que tiene todo el presupuesto federal en la mano, y que ya ha anunciado que nombrará super delegados federales que han sido – en al menos cinco ocasiones – candidatos de Morena, y que bien pueden convertirse en los próximos aspirantes de ese partido en condiciones de clara ventaja frente a sus posibles competidores.
En otras palabras, detrás de las políticas de ahorro puede haber una concentración del poder en el gobierno y en su partido que deben ser vigiladas.
Esto no quiere decir, por supuesto, que las cosas deban seguir igual que hoy. El sistema que tenemos es caro, opaco y debe ser corregido. Solo debemos tener cuidado porque a veces los aplausos – por más populares que sean – pueden silenciar las advertenciasnecesarias.
mpos | Opinión