Por: José de Jesús Reveles Márquez
Opinión | zhn.com.mx
La emergencia sanitaria y educativa generada por la situación del COVID-19, no sólo ha evidenciado la dificultad para acceder y usar tecnologías, también ha puesto sobre la mesa la discusión sobre el sentido de lo educativo y el papel de la institución escolar en todos sus niveles.
Para el caso de la educación superior, México ha tenido que enfrentar grandes retos, el COVID-19 ha obligado a construir un paradigma en la educación superior, que en el imaginario, estaría encaminándose a una educación colaborativa, innovadora, con perspectiva global y adaptada a una nueva normalidad.
Sin embargo, para todos los actores que formamos parte del nivel superior, una variable que requiere de análisis en la práctica docente, es aquella que nos comparte la Dra Rosalva Ramirez García, investigadora del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, al señalar que la “relación espacio-tiempo en la diferenciación de roles y actividades” debe ser modificar, ya que se ha visto trastocada, ha desafiado nuestra capacidad de adaptación, plasticidad y sensibilidad en la atención de las diversas prioridades escolares, laborales, profesionales y hasta familiares.
Otra variable frente a la contingencia, que requiere de un análisis profundo, es aquella que nos permite observar las condiciones institucionales bastante desiguales para responder a las demandas impuestas por esta situación; por un lado, observamos instituciones con importante infraestructura, plataformas y experiencia acumulada en el uso de tecnologías educativas, y en el otro extremo, instituciones con mínimos recursos tecnológicos y escasa experiencia en dicho ámbito.
Sin lugar a dudas, una tarea urgente en las instituciones que forman las denominadas IES (instituciones de educación superior) es emprender una revisión exhaustiva del currículo y por ende, de los planes de estudio, para dotarlos de la mayor flexibilidad posible, con un componente de uso de tecnologías, que aunado a una formación humanista, hagan del estudiante un agente de cambio y un generador de soluciones a los problemas de nuestra sociedad en medio de cualesquier situación emergente.
Las instituciones no sólo requieren mejorar su infraestructura tecnológica, sino trabajar en el desarrollo de capacidades básicas para que sus profesores y estudiantes aprovechen de mejor manera los recursos disponibles. Además, es importante promover en este terreno la comunicación intergeneracional.
Las educación superior atraviesa en la actualidad por un desafiante momento de transición en sus modelos formativos. Existe la necesidad de repensar los diferentes elementos y actores que dan vida a la formación: profesor, alumno, materiales, evaluación, contenidos, actividades, tecnologías y metodologías.
Ante el próximo arranque de ciclo, el punto neurálgico de atención en la planeación, son las metodologías como elemento guía de la formación, ya que adquieren vital importancia, especialmente aquellas que favorecen un rol activo del estudiante, el aprendizaje significativo, la colaboración y la autonomía.
Desafiante tarea que les espera a la autoridad educativa, maestros y alumnos del nivel superior
Hasta aquí mi participación… nos encontramos en la próxima ocasión