Los Hijos de la Viuda | Por Manuel Chacón | Opinión
En memoria de Eva y Alejandro caídos en el cumpliento del deber. QEPD
-Un reconocimiento al Camarógrafo y Fotoperiodista Horacio Sosa por sus oportunas imágenes y valentía en su desempeño-
Que bendición no sufrir lo inesperado. Si lo fundamental consiste en el enfrentamiento entre la policía y el hampa, hay alguna oportunidad para policías con pretensiones legendarias. Estoy seguro que no.
En las fotos, las poses de los cuerpos inertes reciben ceremoniosamente el escándalo, mientras los testigos (internautas, lectores) comparan reacciones ante el acelerado incremento de la violencia a lo largo y ancho de la entidad.
El artero asesinato de dos jóvenes y valientes policías a manos de dos imberbes mozalbetes fuertemente armados con sendas pistolas de esas que usan solo las fuerzas armadas, deja en el imaginario colectivo un cúmulo importante de interrogantes. El auge del delito en suelo zacatecano pero sobre todo en el municipio de Guadalupe banaliza el sentido de la nota roja, si no vinculada a la moral si todavía a las moralejas.
“El Gran Arquitecto del Universo discernirá entre justos e injustos” decía mi padre, quien fue policía judicial toda su vida. “El temor sustituye a la presunción (Esto no es cosa mía, que se maten entre ellos”). En los albores de mi profesión como periodista nunca imaginé que me convertiría en reportero policiaco y esas palabras de mi viejo, mueven al análisis prospectivo y las preguntas son obligadas. ¿Que van a hacer si los encargados de combatir el crimen resultan ser sus más elocuentes promotores?
¿Que hacer si en tantísimos ambientes la moral es un desprendimiento del modo de vida?
¿Que hacían dos guardianes del orden ahora asesinados, sin radiocomunicación, sin chalecos antibalas, sin pistola, sin un tolete, tal vez sin la bendición de sus superiores y mucho menos la preocupación del alcalde en turno?
¿Como lograron escapar los dos jóvenes sicarios en medio del bullicio de tanta gente en el corazón del Centro Histórico de Guadalupe?
¿Donde estaban las decenas de compañeros y toda esa tecnologia (Cámaras, Armas, Radiopatrullas, Equipo de comunicación Matra de última generación etc.) al momento de los hechos?
En 32 años de reportero siempre preguntó, indagó y por supuesto tengo miedo, ese miedo que cuestiona las razones éticas de lo públicamente correcto, esas de las que tanto hablan los defensores de audiencias, de derechos humanos, de género, los políticos en turno. La verdad es indubitable -Una mujer policía y su compañero de patrullaje murieron acribillados-.
La terrible realidad que invade a la sociedad zacatecana identifica los signos de la narcocultura. No sin obituarios mentales, no habrá homenaje que sane la profunda herida en las familias de estos jóvenes servidores públicos.
A propósito del origen de las tragedias legendarias, ninguna hipótesis convence y todas persuaden. Lo verdaderamente triste para un policía es morir solo y desarmado.
¡A mi los hijos de la Viuda!