Por Mario Campos
La Iglesia Católica dio un paso a la escena electoral hace unos días cuando en su semanario en Jalisco publicó una encuesta sobre la carrera presidencial.
El estudio llama la atención más allá del resultado -que pone a López Obrador a 4 puntos de Ricardo Anaya y a 11 de José Antonio Meade entre los jaliscienses- porque inscribe a la jerarquía en un plano que abre varias preguntas.
La publicación de la encuesta -que explicaron según El Universal como un instrumento para que los fieles puedan tomar una mejor decisión- ¿quedará solo como una acción de la Arquidiócesis de Guadalajara o empezaremos a ver encuestas nacionales en otros de sus medios? ¿Fue una ocurrencia o es parte de una estrategia para destacar o descartar a algún aspirante en particular?
Conocer las respuestas es importante, entre otras razones, porque apenas este fin de semana salió Norberto Rivera de la Arquidiócesis de la Ciudad de México y llegó en su lugar Carlos Aguiar y es pertinente saber cómo imagina el rol de la Iglesia en el proceso electoral.
Es conocido que en el clero no hay una postura única y que hay desde quien ve con buenos ojos a Andrés Manuel López Obrador, hasta quienes han mantenido históricamente relaciones cercanas con figuras del PRI o del PAN.
También es cierto que en los últimos años hemos visto un intenso activismo de grupos conservadores -dentro y fuera de la Iglesia Católica- que buscan colocar su agenda en cada elección local o nacional y es muy probable que intenten hacer lo mismo en el proceso en marcha.
Por eso la relevancia de mantener los ojos y oídos bien atentos para identificar cuáles pueden ser sus estrategias y acciones; cuáles serán sus alianzas con las distintas coaliciones rumbo a la contienda; y saber qué tanto su posible activismo entra en el campo de la libertades o si cruzan la línea que marca la ley para influir como un poder fáctico más.
Ya veremos en los próximos meses cómo habrán de jugar las organizaciones religiosas y cómo responde ante sus agendas el resto de la sociedad.
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