Por: José de Jesús Reveles Márquez
La Secretaría de Educación Pública presentó el Modelo Educativo y la Propuesta curricular 2016, para que la reforma educativa tenga el referente pedagógico que se requiere y faltaba. Es importante mencionar que es sana cualquier aspiración de lograr una buena calidad educativa y mejorar en los procesos escolares. En todos los casos, es fundamental que los actores que conforman el sistema educativo nacional, se pronuncien a favor de mejorar los resultados educativos.
Sin embargo, la historia, así como la investigación educativa y la experiencia de los agentes involucrados, han demostrado que no sólo bastan las buenas intenciones. La calidad no se eleva por decreto. Necesita haber congruencia entre lo que se dice y lo que se hace. La educación requiere relación entre lo que se prescriba y lo que se realice.
Ya desde el año 1921, cuando José Vasconcelos crea la Secretaría de Educación Pública, era necesario organizar un sistema educativo que resolviera el desorden que existía en la educación. Por ello se sistematizó el proceso educativo tanto en lo didáctico como en lo administrativo. La organización educativa quedo centralizada por una autoridad que decidía de forma vertical lo que sucedía en el aula y en todos los procesos administrativos y organizacionales.
Hoy en día la realidad social obliga a reconsiderar este enfoque. Más cuando la tecnología global nos está llevando hacia la estructuración de las llamadas sociedades de conocimiento y la segmentación o regionalización de contenidos, habilidades y actitudes; en esencia a explorar el mundo de la competencia y de la habilidad en el manejo de la información.
Es aquí que uno de los puntos nodales del modelo 2016 es lograr que la “Escuela sea el centro” en el que confluyan de manera sistemática, los ejes de la transformación de los niños y jóvenes mexicanos, lo es, sin lugar a dudas, la actualización docente, que requerirá estrategias que no sean en cascada, para habilitar a los profesores y que puedan aplicar, con eficacia y eficiencia, la Propuesta curricular 2016.
Para ello, en la propuesta de Modelo Educativo 2016, apartado La Formación Inicial, se menciona: “El modelo educativo a implementar requiere de la participación y compromiso de las escuelas formadoras de maestros. La autoridad educativa deberá asegurar que desempeñen el papel que a ellas corresponde. Es necesario que las escuelas normales impulsen los cambios necesarios para actualizarse y seguir siendo el pilar de la formación inicial de los maestros de Educación Básica”.
Mientras que el modelo y la propuesta curricular se debate en el territorio nacional, las escuelas normales del país sufren de carencias graves y una desatención histórica, ya que la formación continua sigue en entredicho, y la formación inicial, sigue siendo la promesa incumplida.
Recordemos que hace un año, después de la XXXVII Reunión Nacional de la CONAEDU, estuvo a punto de salir la nueva propuesta de formación normalista docente, con dos licenciaturas y once maestrías para especificar un perfil de función docente. Pero no salieron.
En septiembre de 2015 se publicaron los lineamientos del INEE para la formación continua, y poco se ha sabido de la nueva propuesta para la formación docente. No obstante, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación estuvo presentando ese modelo de dos licenciaturas, a finales de 2015, como si se fuera a aplicar, pero en realidad no fue así.
El Plan Integral de Diagnóstico, Rediseño y Fortalecimiento de las Escuelas Normales, sigue brillando por su ausencia. La última reforma en normales no terminó de instrumentarse, y apenas está rindiendo sus primeros frutos. Pero ya se quiere reformar, aunque no ha sido evaluada.
Ante ese escenario, bien vale la pena preguntarnos:
¿cómo se espera que las escuelas normales participen en la formación de maestros si no gozan de autonomía y tampoco son tomadas en cuenta para el diseño del currículo que ha de permear en la educación básica?, ¿cómo pueden ser la piedra angular de la formación inicial de maestros si está más que comprobado que mientras en educación básica suceden cambios curriculares, las escuelas normales se encuentran rezagadas en capacitación y actualización con relación a este nivel educativo?, ¿cómo se espera que cumplan con su función si por años han estado olvidadas por el gobierno mexicano?
No cabe la menor duda que el elemento fundamental es hacer “coincidir” el modelo y su propuesta curricular con el gran reto de la integralidad en la funcionalidad del sistema, empezando por la reestructuración de los modelos académicos y curriculares de las escuelas normales, que permitan al futuro docente tener el perfil de verdad IDONEO y estar preparados para los grandes retos del siglo XXI.
Estimado lector, agradezco de antemano la atención prestada al presente; y como siempre, usted tiene la última palabra…&&&
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